Mensaje del papa Pablo VI para la Iª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. ¡Un mensaje que no ha perdido actualidad.
MENSAJE DEL PAPA PABLO VI
PARA LA I JORNADA MUNDIAL
DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
"Los medios de comunicación social"
[Domingo 7 de mayo de 1967]
Nos dirigimos a vosotros, hermanos e hijos dilectísimos, ante la inminencia de la "Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales", que se celebrará por primera vez el domingo 7 de mayo.
Con esta iniciativa, propuesta por el Concilio Ecuménico Vaticano II, la Iglesia, que "se siente íntimamente solidaria con el género humano y con su historia" (Constitución Pastoral sobre La Iglesia en el Mundo contemporáneo, proemio), desea llamar la atención de sus hijos y de todos los hombres de buena voluntad sobre el vasto y complejo fenómeno de los modernos instrumentos de comunicación social, tales como la prensa, el cine, la radio y la televisión, que constituyen una de las notas más características de la civilización de hoy.
Gracias a estas técnicas maravillosas, la convivencia humana ha adquirido nuevas dimensiones; el tiempo y el espacio han sido superados, y el hombre se ha convertido en ciudadano del mundo, copartícipe y testigo de los acontecimientos más remotos y de las vicisitudes de toda la humanidad. Como ha dicho el Concilio,"podemos hablar de una verdadera transformación social y cultural que tiene también sus reflejos sobre la vida religiosa" (Ibid. - Introducción); y a esta transformación han contribuido eficazmente y en ciertas ocasiones en forma determinante, los instrumentos de comunicación social, mientras se esperan nuevos desarrollos sorprendentes, tales como la próxima conexión en mundovisión de las estaciones emisoras de televisión, mediante los satélites artificiales.
En todo esto vemos perfilarse y realizarse un admirable designio de la providencia de Dios, que abre constantemente nuevas vías al ingenio humano para su perfeccionamiento y para el logro del fin último del hombre.
Debe ser, por lo tanto, muy apreciada en su justo valor la contribución que la prensa, el cine, la radio, la televisión y los demás instrumentos de comunicación social ofrecen para el incremento de la cultura, la divulgación de las expresiones artísticas, la distensión de los ánimos, el mutuo conocimiento y comprensión entre los pueblos, y también la difusión del mensaje evangélico.
Pero si bien la grandiosidad del fenómeno, que involucra ya a cada uno de los individuos y a toda la comunidad humana, constituye un motivo de admiración y de complacencia, sin embargo también ofrece motivos de preocupación y de temores. En efecto, al mismo tiempo que estos instrumentos, destinados por su naturaleza a difundir el pensamiento, la palabra, la imagen, la información y la publicidad, influyen sobre la opinión pública y, por consiguiente, sobre el modo de pensar y actuar de los individuos y los grupos sociales, ejercen también una presión sobre los espíritus que incide profundamente sobre la mentalidad y la conciencia del hombre, incitado como está por múltiples y opuestas solicitaciones y casi sumergido en ellas.
¿Quién puede ignorar los peligros y los daños que estos instrumentos, aunque nobles, pueden acarrear a cada uno de los individuos y a la sociedad, si no son utilizados por el hombre con sentido de responsabilidad, con recta intención y de acuerdo con el orden moral objetivo?
Cuanto más grandes, por lo tanto, son la potencia y la eficacia ambivalente de estos medios, tanto más atento y responsable debe ser el uso de los mismos.
Por eso nos dirigimos con sentimientos de estima y de amistad —seguros de interpretar las esperanzas y las ansias de todas las personas rectas— a todos aquellos que dedican ingenio y actividad a este delicado e importante sector de la vida moderna, en el deseo de que el noble servicio que están llamados a ofrecer a sus hermanos, esté siempre a la altura de una misión que los hace intermediarios —y casi maestros y guías— entre la verdad y el público, las realidades del mundo exterior y la intimidad de las conciencias.
Y así como ellos tienen el derecho de no estar condicionados por indebidas presiones ideológicas, políticas, económicas, que limiten la justa y responsable libertad de expresión de los mismos, del mismo modo su diálogo con el público exige el respeto por la dignidad del hombre y de la sociedad. Que todos sus esfuerzos, pues, se dirijan a difundir la verdad en las mentes, la adhesión al bien en los corazones, la acción coherente en las obras; de este modo contribuirán a la elevación de la humanidad y darán un aporte constructivo para la edificación de una sociedad nueva, más libre, más consciente, más responsable, más fraternal, más digna (cf. Pío XII: Discurso a la Unión Europea de Radiodifusión; Discursos y Mensajes radiales, vol. 17, pág. 327).
Pensamos sobre todo en las jóvenes generaciones que buscan, no sin dificultades y a veces con aparentes o reales extravíos, una orientación para sus vidas de hoy y de mañana, y que deben poder decidir, con libertad de espíritu y con sentido de responsabilidad. Impedir o desviar la difícil búsqueda con falsas perspectivas, con ilusiones engañadoras, con seducciones degradantes, significaría decepcionarlos en sus justas esperanzas, desorientarlos en sus nobles aspiraciones y mortificar sus impulsos generosos.
Reiteramos, por lo tanto, con ánimo paternal Nuestra acuciante invitación a los beneméritos profesionales del mundo de las comunicaciones sociales —y en modo especial a todos aquellos que se honran con el nombre de cristianos— a que mantengan su "testimonio al servicio de la "Palabra", que en todas sus expresiones creadas debe ser eco fiel de la eterna Palabra increada, del Verbo del Padre, de la Luz de las mentes, de la verdad que tanto nos sublima" (Discurso al Consejo Nacional de la Federación de la Prensa Italiana, 23-6-66; Oss. Rom., ed. castellana, N. 713, pág. 4).
Es necesario, sin embargo, que el empeño de los promotores de la comunicación social se vea correspondido por la colaboración solidaria de todos, dado que aquí se apela a la responsabilidad de todos: de los padres, primeros e insustituibles educadores de sus hijos; de la escuela, que debe enseñar a los alumnos a conocer y comprender el lenguaje de las técnicas modernas, a valorar sus contenidos y a servirse de ellos con sano criterio, con moderación y autodisciplina; de los jóvenes, llamados a un papel principal en la valoración de estos instrumentos en vista de la propia formación, de la hermandad y de la paz entre los hombres; de los poderes públicos, a quienes corresponde la promoción y la tutela del bien común dentro del respeto de las legítimas libertades. En una palabra, este empeño recae sobre todo el público receptor, que con la ponderada e iluminada elección de las publicaciones cotidianas y periódicas, de los espectáculos, de las trasmisiones de radio y televisión, debe contribuir a que la comunicación sea siempre más noble y elevada, es decir, digna de hombres responsables y espiritualmente maduros.
Sumamente útil y digna de aplauso es, por lo tanto, toda iniciativa seria que tienda a formar el juicio crítico del lector y del espectador, y no solamente a hacerle valorar las noticias, ideas, imágenes que se le presentan desde el punto de vista de la técnica, de la estética, del interés despertado, sino además bajo el perfil humano, moral y religioso, con respecto a los valores supremos de la vida.
La Iglesia quiere contribuir también al ordenado desarrollo del mundo de la comunicación; contribución de inspiración, de aliento, de exhortación, de orientación, de colaboración. Por eso el Concilio Ecuménico Vaticano II lo ha considerado como tema de estudio, y tanto el Decreto Conciliar sobre los instrumentos de comunicación social, como la correspondiente Instrucción Pastoral, que actualmente se está preparando, confirman el cuidado material de la Iglesia para la promoción de estos valores humanos que el Cristianismo, al asumirlos en sí, vivifica, ennoblece y orienta en vista al fin supremo del hombre, haciendo de este modo que el admirable progreso técnico se vea correspondido por un verdadero y fecundo progreso espiritual y moral.
Por eso expresamos el voto de que la "Jornada" constituya la ocasión de un reflexivo llamado para un despertar saludable de las conciencias y para un compromiso solidario de todos en pro de una causa de tanta importancia; y exhortamos a Nuestros hijos a realizar una acción generosa, en unidad de oración y de intenciones con sus Pastores y con todos aquellos que quisieran dar su deseada colaboración, para que, con la ayuda de Dios y la intercesión de la Santísima Virgen, se logren los frutos que la celebración de la "Jornada" espera para el bien de la familia humana.
Tales son Nuestros auspicios cordiales, que nos place dirigir en vísperas de la primera Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, al mismo tiempo que invocamos de corazón copiosas bendiciones celestes sobre aquellos que nos escuchan, y sobre aquellos que dedican a este sector su experiencia técnica, su genio intelectual y sus cuidados espirituales.
Vaticano, 1 de mayo de 1967
PAULUS PP. VI
No hay comentarios.:
Publicar un comentario