Homilía del arzobispo en la misa de clausura del Encuentro del Pueblo de Dios 2022.
Homilía en la
Misa del XXVI Encuentro del Pueblo de Dios
Corrientes, lunes 10 de octubre de 2022
Después de
haber caminado esta jornada acompañados por Jesús, y compartiendo con Él y
entre nosotros sobre cómo estamos parados delante de la propuesta, que nos
viene haciendo la Iglesia sobre la sinodalidad, es decir, sobre cómo venimos
caminando juntos y cómo deberíamos hacerlo mejor, nos hemos preguntado, ante
todo, qué experiencia tenemos de escucharnos unos a otros y, en particular,
cómo nos escuchamos con los jóvenes.
Y ahora, al
finalizar nuestro XXVI Encuentro del Pueblo de Dios, Jesús mismo nos convoca a
sentarnos alrededor de la Mesa del Altar para escuchar su Palabra y participar
del Banquete Eucarístico. ¡Qué providencial es la Palabra que acabamos de oír
en el Evangelio! Esos dos discípulos, conocidos como los discípulos de Emaús,
representan la decepción y la tristeza de muchos y de todos los tiempos. Ellos
no esperaban un fracaso tan contundente del líder que los había entusiasmado
con un programa de liberación con el que venían soñando muchas generaciones.
Los dos
discípulos regresaban a su casa tristes y apesadumbrados. Jesús se acerca a
ellos y camina con ellos. No les reprocha el estado de ánimo que tenían ni el
camino contrario que habían tomado. Los acompaña y se interesa por lo que
sienten y hablan entre ellos. Jesús escucha y mientras escucha camina con
ellos. También de parte de los dos discípulos hay cierta apertura, porque le
confían a Jesús su profunda desazón por los acontecimientos que sucedieron en
Jerusalén. Jesús está con ellos, pero ellos no lo reconocen.
Nosotros
estamos aquí, porque confiamos en Jesús. Sin embargo, cuántas veces nos embarga
la desilusión de lo que sucede en mi comunidad, o en la Iglesia, o con tal
sacerdote; cada uno puede identificar sus propias desilusiones y tristezas. Con
todo, estamos aquí para decirle a Jesús, como los discípulos de Emaús, lo que
nos duele. Sabemos que Él nos escucha pacientemente y camina con nosotros. El
gran desafío es reconocerlo en medio de las alegrías y tristezas del camino que
venimos haciendo. Por eso, le queremos recordar, haciendo nuestra la síntesis
argentina, sobre lo que habíamos trabajado en el período de preparación del
Sínodo.
En esa síntesis
aparecen los temas más importantes que nos preocupan y son estos: la escucha,
el diálogo y la inclusión. Enseguida aparece el clericalismo, un tema que
amerita estudio, conversión y cambio en la cultura eclesial. Un tercer asunto fuerte, es el protagonismo de las mujeres en la
Iglesia: se trata de una cuestión de justicia y es también un reclamo fuerte en
las comunidades. Un cuarto tema es el de las celebraciones, se ansía que sean
más festivas, significativas e inculturadas. Un quinto tópico es el de la
formación de los laicos y de los ministros ordenados. En sexto lugar, está la
cuestión de los jóvenes; las comunidades experimentan que no sabemos recibirlos
o bien que los jóvenes no se acercan porque no perciben la acogida que esperan.
Finalmente se consigna el tema de espiritualidad sinodal, entendida como el
espíritu que nos anima a renovarnos y hacer los cambios necesarios para vivir
una Iglesia más parecida a la propuesta de Jesús.
A su vez, en la
síntesis que enviamos de la reflexión de nuestra comunidad arquidiocesana,
entre muchos temas, aparece reiteradamente el tema de los jóvenes y su
inclusión dentro de las parroquias, no sólo en la apertura en primeras
instancias sino al momento de la toma de decisiones. Los jóvenes son a quienes
más recurrentemente se menciona como dejados al costado del camino. Por otro
lado, se rescata la idea de que los jóvenes comprenden y abrazan más
naturalmente el sentido de una Iglesia Sinodal. Aprecian mucho ser consultados
y tienen generalmente una actitud más abierta y bien predispuesta.
Con todo esto, junto
con los discípulos de Emaús, le decimos a Jesús que no se vaya, que se quede
con nosotros, porque lo necesitamos. Él sabe que el camino sinodal es un camino
lento y muchas veces se nos hace difícil. Sin embargo, queremos renovar nuestra
confianza en Él, como lo hizo la Madre de Jesús. Con ella, nuestra Tierna Madre
de Itatí, queremos ir más hondo en algunos temas. No queremos que la reflexión
que hicimos sobre el caminar juntos quede en los papeles y vaya al archivo.
Por eso, hoy los
convoco y animo a una próxima Asamblea Diocesana, para discernir cuáles son las
áreas pastorales prioritarias sobre las que necesitamos profundizar más nuestro
“caminar juntos”, y qué orientaciones concretas deberíamos establecer para
hacer realidad una mayor comunión, participación y misión de toda la Iglesia
arquidiocesana. Para ello, así como lo hemos realizado hace ocho años con la
“Iniciación Cristiana, una iniciación a la comunión y a la misión” vamos a
empezar a prepararnos para la Asamblea Diocesana sobre la sinodalidad, como un
camino juntos y abiertos a la misión.
Y ahora, como los
discípulos de Emaús, después de contarle a Jesús lo que nos pasa, dejémonos
llevar por él a la Mesa eucarística y permitamos que el Espíritu Santo nos haga
arder el corazón y abrir los ojos para reconocer a Jesús quien, además de
estar, se parte en pedazos para alimentarnos con su vida y así fortalecernos en
la fe y animarnos en la esperanza. Nos comprometemos a continuar caminando
juntos, abriendo cada vez más los espacios de escucha y de encuentro, sobre
todo con los jóvenes, y juntos ser testigos alegres y audaces de Jesús
resucitado, vivo y presente en medio de nosotros. Amén.
†Andrés
Stanovnik OFMCap
Arzobispo
de Corrientes
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