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18 enero 2021

Subsidio para el Domingo de la Palabra de Dios (2021)


PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PROMOCIÓN DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS

Subsidio Litúrgico - Pastoral 2021

“Mantengan firme la palabra de la vida”

(Cfr. Flp 2,16)

Bajar subsidio: Domingo de la Palabra de Dios 2021

Introducción

Mantengan firme la palabra de la vida (Flp 2,16)

La expresión bíblica con la que se celebra este año el Domingo de la Palabra de Dios está tomada de la Carta a los Filipenses: “Mantengan firme la Palabra de la Vida” (Flp 2,16). Como se deduce de algunas referencias, el Apóstol escribe la carta desde el cautiverio. Ciertamente representa uno de los textos más importantes que la Iglesia tiene entre sus manos. El pasaje cristológico con el que Pablo destaca la kénosis cumplida por el Hijo de Dios al hacerse hombre permanece a lo largo de nuestra historia como un punto de referencia sin retorno para comprender el misterio de la Encarnación. La liturgia nunca ha dejado de rezar con este texto. La teología lo ha convertido en uno de los principales contenidos para la inteligencia de la fe. El testimonio cristiano ha encontrado en estas palabras el fundamento para construir el servicio pleno de la caridad. Si bien la carta expresa los contenidos esenciales de la predicación del apóstol, también muestra cuán necesario es que la comunidad cristiana crezca en el conocimiento del Evangelio.

Con nuestro versículo, el apóstol pretende ofrecer una enseñanza importante a la comunidad cristiana para mostrarle la manera en que está llamada a vivir en medio del mundo. Recuerda en primer lugar la importancia que los cristianos deben dar a su compromiso de salvación, precisamente en virtud del acontecimiento realizado por el Hijo de Dios al hacerse hombre y ofrecerse a la violencia de la muerte en la cruz: “trabajad por vuestra salvación con temor y temblor” (Flp 2,12). Ningún cristiano puede pensar en vivir en el mundo prescindiendo de este acontecimiento de amor que ha transformado su vida y la historia entera. Por supuesto, Pablo no olvida que, por mucho esfuerzo que los cristianos pongan para lograr la salvación, la primacía de la acción de Dios siempre permanece: “Es Dios quien activa en vosotros el querer y el obrar para realizar su designio de amor” (Flp 2,13). La combinación de estos dos elementos permite comprender las palabras desafiantes que el Apóstol dedica ahora a los cristianos de Filipos, teniendo ante sus ojos a los creyentes que a lo largo de los siglos serán discípulos del Señor.

El primer compromiso que los creyentes deben asumir es la coherencia de vida. La llamada a ser “irreprochables” y “sencillos” en medio de un mundo donde a menudo predominan la falsedad y la astucia, remite a la palabra de Jesús cuando invitaba a sus discípulos: “Mirad que yo os envío como ovejas entre lobos; por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas” (Mt 10,16). Para que esto suceda, Pablo señala el camino a seguir: los cristianos deben permanecer fieles y unidos a la palabra de Dios. “Manteniendo firme la palabra de la vida” los discípulos de Cristo “brillan como lumbreras del mundo”. Es una bella imagen que el Apóstol ofrece hoy también a todos nosotros. Estamos viviendo un momento dramático. La humanidad pensaba que había alcanzado las certezas más sólidas de la ciencia y las soluciones de una economía para garantizar la seguridad de la vida. Hoy se ve obligada a comprobar que ninguno de los dos garantiza su futuro. Emergen con fuerza la desorientación y la desconfianza debido a la incertidumbre que ha surgido inesperadamente. Los discípulos de Cristo tienen la responsabilidad también en esta coyuntura de pronunciar una palabra de esperanza. Lo pueden lograr en la medida en que permanezcan firmemente anclados a la palabra de Dios, que genera vida y se presenta llena de sentido para la existencia personal.

Tal vez la interpretación más autorizada de este versículo sea la de Victorino. El gran retórico romano cuya conversión describe Agustín en sus Confesiones, escribió en su Comentario a los Filipenses: “Yo me glorío en vosotros porque poseéis la palabra de vida, es decir, porque conocéis a Cristo, que es la Palabra de vida, porque lo que se hace en Cristo es vida. Por lo tanto, Cristo es la Palabra de vida, de esto percibimos cuán grande es el beneficio y la gloria de aquellos que sostienen las almas de los demás”. En el Domingo de la Palabra de Dios, redescubrir la responsabilidad de trabajar para que esta Palabra crezca en el corazón de los creyentes y los llene de alegría para la evangelización, es un deseo que se convierte en oración.

Rino Fisichella


1. La Palabra de Dios en Comunidad

📖 La Sagrada Escritura enseña a confiar siempre en Dios a pesar de los problemas y adversidades que se puedan encontrar (Cfr. Is 26,1-6).

📖 Es oportuno que la comunidad cristiana se reúna para venerar y proclamar la Palabra de Dios, así como para meditar y orar con la misma Palabra.


1.1. Algunas consideraciones prácticas sobre el Covid-19

En vista de la actual situación de pandemia, se recomienda a los organizadores del Domingo de la Palabra de Dios controlar siempre la normativa sanitaria vigente y adaptar en consecuencia el desarrollo comunitario de la iniciativa.

Para vivir de forma fructífera el Domingo de la Palabra de Dios en comunidad, es esencial prepararlo con mucha antelación. Es bueno que los preparativos se extiendan desde el nivel espiritual (la oración personal y comunitaria por el buen funcionamiento y la apertura de corazón a la Palabra de Dios) al nivel material (adecuada planificación, correspondiente a la vida de la propia comunidad).

1. Crear un grupo responsable

El primer paso es establecer un grupo de personas que puedan organizar y coordinar el desarrollo de las iniciativas pastorales para este Domingo. La tarea de este grupo de personas será:

• Rezar por el buen funcionamiento;

• programar las diversas iniciativas (presentar propuestas para diferentes grupos de edad, realizar un momento de carácter cultural, histórico y bíblico);

• elegir otras personas adecuadas para la ejecución práctica del programa;

• presupuestar eventuales gastos;

• preparar el material necesario;

• difundir la información sobre este Domingo;

• llegar a las personas con dificultades (enfermos, residencias de ancianos, hospitales, cárceles, asociaciones benéficas…);

• involucrar, en la medida de lo posible, a personas de otras religiones y confesiones cristianas, así como a no creyentes.

2. Prepararse espiritualmente

Es útil recordar, en primer lugar, que la Biblia no es sólo un texto de alto valor cultural, moral, histórico, social o artístico, capaz de inspirar el pensamiento del hombre de hoy. La Biblia contiene dentro de sí la Palabra de Dios que es “viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón” (Heb 4,12).

Para encontrarse con la Palabra viva es necesario concentrarse sobre todo en la preparación espiritual, pidiendo la apertura de corazón para nosotros y para aquellos a quienes se anunciará durante el Domingo de la Palabra de Dios. Por consiguiente, los preparativos para la programación de la iniciativa requieren necesariamente que se parta de la oración individual y comunitaria.

Las comunidades, al menos una semana antes del evento, podrían incluir en la oración de los fieles una intención dedicada al buen funcionamiento del evento.

Los miembros del grupo responsable, así como los catequistas, evangelizadores y otras personas responsables de la proclamación del Evangelio, podrían organizar una Adoración silenciosa del Santísimo Sacramento, ofrecida por la celebración del Domingo de la Palabra de Dios.

3. Programar el evento

La propuesta para llevar a cabo la iniciativa debe dirigirse tanto a las comunidades como a las personas individuales, recordando siempre que la Biblia es la Palabra de Dios viva y que su indudable valor cultural tiene múltiples connotaciones.

4. Involucrar a los fieles

La información sobre el evento requiere de una gran anticipación para llegar al mayor número de personas posible.

Sin duda, la invitación personal es la forma más directa de informar a la gente sobre la iniciativa.

Se pueden utilizar también carteles y folletos, que pueden distribuirse fácilmente a las personas y colocarse en los tablones de anuncios.

Las redes sociales como Facebook, Twitter y otros programas o aplicaciones se pueden valorar para llegar al mayor número de personas posible.

5. Vivir el Domingo de la Palabra de Dios

Es importante fomentar el encuentro personal y comunitario con la Palabra viva.

Estamos llamados a convertirnos en instrumentos en las manos del Señor y recordar que, “como bajan la lluvia y la nieve desde el cielo, y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será la palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo” (Is 55,10-11).

6. Continuar la experiencia de la Palabra de Dios

Termina el Domingo, pero la Palabra de Dios no deja de obrar en nuestros corazones. Sería oportuno crear espacios formativos (por ejemplo: la Lectio divina semanal o mensual, grupo bíblico, etc.) donde se pueda continuar el encuentro con la Palabra de Dios, ofreciendo una posibilidad para la formación permanente de los fieles.


A continuación, se presentan algunas propuestas pastorales que pueden ayudar a subrayar la importancia del Domingo de la Palabra de Dios en comunidad. Dependiendo del contexto de cada comunidad, se pueden desarrollar otras como: Institución de los lectores por parte del Obispo, Lectio continua de un texto, entrega de la Palabra en diferentes ámbitos, momentos culturales de profundización, audio-dramas sobre personajes bíblicos, momentos formativos, celebración ecuménica.


1.2. Rito de Entronización de la Palabra de Dios durante la Santa Misa

Es deseable que el rito de la entronización tenga lugar, al menos una vez, durante la celebración eucarística más solemne del Domingo de la Palabra de Dios.

Junto al altar, o el ambón, o en otro lugar especialmente dispuesto (una capilla), preparar un lugar visible para toda la asamblea, elevado y decorado, donde se pueda colocar el texto sagrado.

La Santa Misa comienza more solito – se debe favorecer, según las posibilidades, la procesión solemne con el incensario, la naveta, la cruz y las velas, llevando el Evangeliario según las costumbres de la Iglesia romana.

Tras el saludo inicial se introduce con estas u otras palabras similares:

“Se ha cumplido el tiempo” – dice el Señor en el Evangelio. ¡No esperes otro momento, no pospongas al futuro la posibilidad de encontrarte con Dios en su Palabra! “Convertíos y creed en el Evangelio” significa: cambia de vida y acoge la Buena Noticia, la Palabra que Dios Padre nos ha enviado. Sólo así podrás conocer el amor de Dios, que en su Hijo Encarnado nos ha revelado el verdadero rostro del Padre misericordioso.

Hoy se celebra en toda la Iglesia el Domingo de la Palabra de Dios. Queremos abrir nuestros corazones a la presencia divina en las Sagradas Escrituras y redescubrir el sentido de nuestro tiempo.

Para que podamos acoger dignamente la Palabra durante esta celebración, pidamos primero perdón al Señor.

Sigue el acto penitencial, que podría ser el siguiente:

C. El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía, nos llama ahora a la conversión. Reconozcamos, pues, que somos pecadores e invoquemos con esperanza la misericordia de Dios.

C. Tú que eres el camino que conduce al Padre: Señor, ten piedad.

R. Señor, ten piedad.

C. Tú que sustentas todas las cosas con el poder de tu Palabra: Cristo, ten piedad.

R. Cristo, ten piedad.

C. Tú que haces pasar de la muerte a la vida a los que escuchan tu Palabra: Señor ten piedad.

R. Señor, ten piedad.

C. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.

R. Amen


Se canta el Gloria y luego comienza la Liturgia de la Palabra more solito.

ENTRONIZACIÓN

Para la proclamación del Evangelio, se lleva procesionalmente el Evangeliario desde el altar hasta el ambón, donde es incensado. Al final de la lectura del Evangelio, el ministro, después de haber besado el texto sagrado, lo lleva procesionalmente al trono, donde viene colocado, abierto e incensado.

Sigue la homilía y la Santa Misa more solito.

Se podría utilizar la siguiente oración de los fieles, modificándola según las necesidades de la comunidad:

ORACIÓN DE LOS FIELES

C. Hermanos y hermanas, hemos escuchado la voz del Señor, que nos llama por nuestro nombre y nos pide que abramos nuestros corazones al Evangelio. Presentemos a Dios Padre nuestras intenciones, para acoger en nosotros su Palabra.

L. Oremos juntos y digamos: ¡Abre, oh Padre, nuestros corazones!

1. Para que la Iglesia no se canse nunca de anunciar el Evangelio y llevar la Buena Noticia especialmente a las periferias de la existencia humana. Roguemos al Señor.

2. Para que el Espíritu Santo acompañe a los Obispos, Presbíteros y Diáconos en su vocación, transformando sus vidas en un don agradable a Dios. Roguemos al Señor.

3. Para que los Lectores, los Catequistas y los que difunden la Palabra de Dios en las diversas comunidades se sientan llamados por ti a proclamar tu Reino entre la gente. Roguemos al Señor.

4. Para que cada uno de nosotros acepte tu invitación a la conversión y, siguiendo su propia vocación, viva con alegría el Evangelio. Roguemos al Señor.

C. Te abrimos nuestros corazones, oh Padre, para que vengas a habitar entre nosotros, tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R. Amén.

Al final de la celebración se puede impartir la siguiente bendición:

C. Dios Todopoderoso aleje de vosotros todo mal y os conceda el don de su bendición.

R. Amén.

C. Abra vuestros corazones a su Palabra, para que podáis caminar por la vía de sus preceptos.

R. Amén.

C. Os ayude a comprender lo que es bueno y justo, para llegar a ser coherederos de la ciudad eterna.

R. Amén.

C. Y la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo ✠ y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros y permanezca siempre.

R. Amén.


2. La Palabra de Dios en Familia

📖 «Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa» (Sal 128,3).

📖 Ver a una familia alrededor de la mesa es una ocasión para descubrir la historia de amor que se ha entrelazado. Una historia que, animada por la Palabra de Dios, debe crecer y fortalecerse.

📖 Esta Palabra puede también ser “una compañera de viaje también para las familias que están en crisis o en medio de algún dolor, y les muestra la meta del camino” (cfr. Amoris Laetitia, 22).

📖 Por tanto, conviene que la Palabra de Dios sea acogida en cada familia para que cada uno de sus miembros la conozca, la comprenda y se sienta animado por ella.


2.1. Rito de acogida de la Palabra de Dios en Familia

Después del Sínodo sobre la Palabra de Dios, se publicó la Exhortación Apostólica Postsinodal Verbum Domini, donde se lee:

Del gran misterio nupcial, se desprende una imprescindible responsabilidad de los padres respecto a sus hijos. En efecto, a la auténtica paternidad y maternidad corresponde la comunicación y el testimonio del sentido de la vida en Cristo; mediante la fidelidad y la unidad de la vida de familia, los esposos son los primeros anunciadores de la Palabra de Dios ante sus propios hijos. La comunidad eclesial ha de sostenerles y ayudarles a fomentar la oración en familia, la escucha de la Palabra y el conocimiento de la Biblia. Por eso, el Sínodo desea que cada casa tenga su Biblia y la custodie de modo decoroso, de manera que se la pueda leer y utilizar para la oración. Los sacerdotes, diáconos o laicos bien preparados pueden proporcionar la ayuda necesaria para ello. El Sínodo ha encomendado también la formación de pequeñas comunidades de familias, en las que se cultive la oración y la meditación en común de pasajes adecuados de la Escritura.

Verbum Domini, 85

Durante el Domingo de la Palabra de Dios, toda la familia se reúne alrededor de la mesa principal de la propia casa, donde se colocan el crucifijo, un icono de la Virgen, una vela y la Biblia.

Uno de los miembros de la familia enciende la vela y dice:

- Luz de Cristo

Todos responden:

- Demos gracias a Dios

A continuación, otra persona (se puede dividir el texto en varias personas) recita la siguiente oración:

Ven, Espíritu Santo, dentro de mí, a mi corazón y mi mente.

Concédeme tu inteligencia, para que pueda conocer al Padre meditando la palabra del Evangelio.

Concédeme tu amor, para que también hoy, impulsado por tu palabra, te busque en los hechos y en las personas que he encontrado.

Concédeme tu sabiduría, para que sepa revivir y juzgar, a la luz de tu palabra, lo que he vivido hoy.

Concédeme perseverancia, para que pueda penetrar pacientemente el mensaje de Dios en el Evangelio.

Santo Tomás de Aquino.

Todos responden:

- Amén.

Un miembro de la familia toma la Biblia, la abre y comienza a leer el siguiente pasaje: Mateo 13, 1-9. “Parábola del sembrador”.

Escuchad la palabra del Señor del Evangelio según San Mateo:

Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al mar. Y acudió a él tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó y toda la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló muchas cosas en parábolas: «Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, una parte cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, y como la tierra no era profunda brotó enseguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó. Otra cayó entre abrojos, que crecieron y la ahogaron. Otra cayó en tierra buena y dio fruto: una, ciento; otra, sesenta; otra, treinta. El que tenga oídos, que oiga».

Todos los miembros de la familia besan el Libro de la Sagrada Escritura.

Sigue un momento de silencio, de meditación sobre el texto que se acaba de escuchar y de oración personal.

Luego una persona lee el siguiente comentario:

Jesús cuenta a una gran multitud la parábola —que todos conocemos bien— del sembrador, que lanza la semilla en cuatro tipos diferentes de terreno. La Palabra de Dios, representada por las semillas, no es una Palabra abstracta, sino que es Cristo mismo, el Verbo del Padre que se ha encarnado en el vientre de María. Por lo tanto, acoger la Palabra de Dios quiere decir acoger la persona de Cristo, el mismo Cristo.

Hay distintas maneras de recibir la Palabra de Dios. Podemos hacerlo como un camino, donde en seguida vienen los pájaros y se comen las semillas. Esta sería la distracción, un gran peligro de nuestro tiempo. Acosados por tantos chismorreos, por tantas ideologías, por las continuas posibilidades de distraerse dentro y fuera de casa, se puede perder el gusto del silencio, del recogimiento, del diálogo con el Señor, tanto como para correr el riesgo de perder la fe, de no acoger la Palabra de Dios. Estamos viendo todo, distraídos por todo, por las cosas mundanas.

Otra posibilidad: podemos acoger la Palabra de Dios como un pedregal, con poca tierra. Allí la semilla brota en seguida, pero también se seca pronto, porque no consigue echar raíces en profundidad. Es la imagen de aquellos que acogen la Palabra de Dios con entusiasmo momentáneo pero que permanece superficial, no asimila la Palabra de Dios. Y así, ante la primera dificultad, pensemos en un sufrimiento, una turbación de la vida, esa fe todavía débil se disuelve, como se seca la semilla que cae en medio de las piedras.

Podemos, también —una tercera posibilidad de la que Jesús habla en la parábola—, acoger la Palabra de Dios como un terreno donde crecen arbustos espinosos. Y las espinas son el engaño de la riqueza, del éxito, de las preocupaciones mundanas… Ahí la Palabra crece un poco, pero se ahoga, no es fuerte, muere o no da fruto.

Finalmente —la cuarta posibilidad— podemos acogerla como el terreno bueno. Aquí, y solamente aquí la semilla arraiga y da fruto. La semilla que cae en este terreno fértil representa a aquellos que escuchan la Palabra, la acogen, la guardan en el corazón y la ponen en práctica en la vida de cada día.

La parábola del sembrador es un poco la “madre” de todas las parábolas, porque habla de la escucha de la Palabra. Nos recuerda que la Palabra de Dios es una semilla que en sí misma es fecunda y eficaz; y Dios la esparce por todos lados con generosidad, sin importar el desperdicio. ¡Así es el corazón de Dios! Cada uno de nosotros es un terreno sobre el que cae la semilla de la Palabra, ¡sin excluir a nadie! La Palabra es dada a cada uno de nosotros. Podemos preguntarnos: yo, ¿qué tipo de terreno soy? ¿Me parezco al camino, al pedregal, al arbusto? Pero, si queremos, podemos convertirnos en terreno bueno, labrado y cultivado con cuidado, para hacer madurar la semilla de la Palabra. Está ya presente en nuestro corazón, pero hacerla fructificar depende de nosotros, depende de la acogida que reservamos a esta semilla. A menudo estamos distraídos por demasiados intereses, por demasiados reclamos, y es difícil distinguir, entre tantas voces y tantas palabras, la del Señor, la única que hace libre. Por esto es importante acostumbrarse a escuchar la Palabra de Dios, a leerla. Y vuelvo, una vez más, a ese consejo: llevad siempre con vosotros un pequeño Evangelio, una edición de bolsillo del Evangelio, en el bolsillo, en el bolso… Y así, leed cada día un fragmento, para que estéis acostumbrados a leer la Palabra de Dios, y entender bien cuál es la semilla que Dios te ofrece, y pensar con qué tierra la recibo.

La Virgen María, modelo perfecto de tierra buena y fértil, nos ayude, con su oración, a convertirnos en terreno disponible sin espinas ni piedras, para que podamos llevar buenos frutos para nosotros y para nuestros hermanos.

Papa Francisco, Ángelus, 12 de julio de 2020

Después del comentario todos recitan juntos la oración de Jesús:

- Padre nuestro…

Al final de la oración, la persona que ha encendido la vela coge la Biblia y hace la señal de la cruz, bendiciendo a toda la familia con la Sagrada Escritura.

Se apaga la vela, diciendo:

- Quédate con nosotros, Señor, ahora y por los siglos de los siglos. Amén.

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