¿En qué consiste la devoción?
San Felipe Neri inicia la devoción de la Visita de las siete Iglesias, en la mitad del siglo XVI. Consiste en una peregrinación, con siete estaciones; cada una de ellas al frente de una Iglesia.
Desde 2008 practicamos esta devoción en el decanato 4 (o decanto centro), donde están las iglesias históricas de nuestra ciudad.
A partir de las 22.00 se inicia en Jesús Nazarenos y se hace el recorrido pasando por las distintas iglesias.
Esta devoción se practica la noche del Jueves Santo, después de la celebración de la Cena del Señor hasta el Viernes Santo al mediodía. Recordamos que, a partir de las tres de la tarde, participamos de la celebración litúrgica de la Pasión del Señor; y luego, del rezo del Vía crucis.
¿Cuáles son las siete iglesias a visitar?
El decanato centro de la Arquidiócesis de Corrientes propone como estaciones las siguientes Iglesias:
I.ª Estación: Jesús Nazareno
II.ª Estación: San Francisco Solano
III.ª Estación: Virgen de la Merced
IV.ª Estación: María Auxiliadora
V.ª Estación: Cruz de los Milagros
VI.ª Estación: Santa Rita de Casia
VII.ª Estación: Virgen del Rosario (Catedral)
En el caso de que otros decanatos usen este material, podrán fijar siete templos como estaciones, en su propio ámbito.
Enlace para el texto: Rezo de la devoción
¿Cuál es la finalidad de esta devoción?
Se trata de una peregrinación y no de una simple caminata: peregrina el creyente, el cristiano que sigue los pasos de Jesucristo. Además, el peregrino comparte la experiencia con otros; porque somos comunidad, como el pueblo de Dios peregrino en el desierto.
La finalidad de la devoción es acompañar a Jesús, desde el Huerto de los Olivos, donde es apresado, hasta el Monte Calvario, donde es crucificado. Mientras nos desplazamos --de Iglesia en Iglesia-- tomamos conciencia de que Jesús sufre la pasión, rumbo a la cruz, por cada uno de nosotros. Participando de su pasión podemos celebrar luego la resurrección, la vida nueva.
¿Con qué espíritu debemos practicar esta devoción?
Cuando un cristiano ora lo hace como discípulo de Jesucristo, con la Iglesia, como Iglesia, y en nombre de toda la Iglesia. La oración es, por un lado, alabanza a Dios; y, por otro, comunión con todos los cristianos. Y, cada vez que oramos, nuestra oración se une a la de Jesucristo, porque Él es el Mediador entre Dios y los hombres. La oración expresa amor a Dios, y amor al prójimo. ¡Es impensable una oración egocéntrica o meramente individualista!
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