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16 enero 2024

Domingo de la Palabra de Dios 2024

Vº DOMINGO DE LA PALABRA DE DIOS

20 y 21 de enero de 2024

«Permanezcan en mi Palabra» (Jn 8, 31)

La expresión bíblica con la cual este año se quiere celebrar el Domingo de la Palabra de Dios está tomada del evangelio de Juan: «Permanezcan en mi palabra» (Jn 8,31). Uno de los hechos más llamativos en la historia del pueblo de Israel es, ciertamente, constatar que el vehículo privilegiado con el que Dios se dirige al pueblo y a cada uno, es el de la “palabra”. Decir que Dios usa la “Palabra” equivale a afirmar que Dios habla, es decir, Dios sale del silencio y en su amor se dirige a la humanidad. El hecho de que Dios hable implica que quiere comunicar algo íntimo y absolutamente necesario para el hombre, sin el cual no podría jamás llegar a un pleno conocimiento de sí mismo ni del misterio de Dios. El coloquio permanente entre Dios y los hombres, que caracteriza la historia bíblica, posee los rasgos de la amistad. Es un coloquio personal, que toca al hombre en lo más íntimo y lo involucra en una relación de amor, alcanzando a cada uno en su historia para estarle cercano.

El hecho fundamental que sorprende a la historia dándole una orientación diferente es este: en Jesucristo Dios habla de manera plena y definitiva a la humanidad. Él es la Palabra hecha carne, la Palabra que desde siempre es pronunciada y que ahora se hace también visible. Lo que se da a conocer a los hombres es la Palabra, el Logos, el Verbo, la vida eterna… todos, términos que remiten a la idea central y fundante: la persona de Jesucristo. Se vuelven entonces muy significativas estas palabras que Jesús dirige a todos nosotros, creyentes en Él, en el Evangelio de Juan: «Permanezcan en mi palabra» (Jn 8, 31). Es la invitación a no dispersarse, sino a “permanecer en Él” con una unidad profunda y radical como la de los sarmientos a la vid (cfr. Jn 15, 1-7). En el cuarto evangelio, el verbo “permanecer” tiene un valor paradigmático. Permanecer en la Palabra de Dios es mucho más que un encuentro acelerado o fortuito. La Dei Verbum lo explica de modo admirable: «habla a los hombres como amigos, movido por su gran amor y mora con ellos» (Dei Verbum, 2). Dios no solo habla con los hombres, sino que se detiene largamente con ellos, como verdaderos “amigos” conocidos de mucho tiempo; Dios “mora” con nosotros, permanece para compartir alegrías y dolores y dar a la vida un sentido de plenitud que no se puede encontrar en otro lugar. En su Palabra, Dios nos ilumina con la «luz de la vida» (Jn 8, 12), como bien afirma el obispo Agustín: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y podréis contemplar la verdad como es, no por medio de palabras fuertes, sino con su luz resplandeciente, cuando Dios nos saciará, como dice el salmo: Fue impresa en nosotros la luz de tu rostro, oh Señor (Sal 4, 7)».

El papa Francisco, en la carta apostólica al concluir el Jubileo de la Misericordia deseaba que «cada comunidad, en un domingo del Año litúrgico, renovase su compromiso en favor de la difusión, el conocimiento y la profundización de la Sagrada Escritura: un domingo dedicado enteramente a la Palabra de Dios para comprender la inagotable riqueza que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo» (Misericordia et misera, 7). Con la carta apostólica Aperuit Illis, el papa Francisco instituyó el Domingo de la Palabra de Dios, disponiendo su celebración el III Domingo del Tiempo Ordinario. No es secundario que el Domingo de la Palabra de Dios se coloque en un período en donde la Iglesia celebra la Jornada de diálogo entre Hebreos y Católicos y la Semana de unidad de los Cristianos, confiriéndole un gran valor ecuménico y de comunión. De hecho, la Sagrada Escritura, desde siempre, es un puente de diálogo y de importante contacto también con las otras confesiones cristianas y con las otras religiones. Además, los Evangelios de este domingo, en los tres ciclos litúrgicos, conducen al inicio del ministerio de la predicación de Jesús, Verbo hecho carne.

Es una iniciativa profundamente pastoral con la que el papa Francisco quiere hacer comprender cuán importante es en la vida cotidiana de la Iglesia y de nuestras comunidades la referencia a la Palabra de Dios, una Palabra no encerrada en un libro, sino que permanece siempre viva y se hace signo concreto y tangible. Cada realidad local podrá buscar las formas más adecuadas y eficaces para vivir de la mejor manera este Domingo, haciendo «crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura» (Aperuit illis, 15). 

El Domingo de la Palabra de Dios permite a los cristianos, una vez más, reforzar la tenaz invitación de Jesús a escuchar y custodiar su Palabra para ofrecer al mundo un testimonio de esperanza que nos permita ir más allá de las dificultades del momento presente. En el camino que el papa Francisco pide a toda la Iglesia cumplir hacia el Jubileo del 2025, que tiene como lema Peregrinos de esperanza, el Domingo de la Palabra de Dios se vuelve una etapa decisiva. La esperanza que surge de esta Palabra, de hecho, provoca a cada comunidad no solo a anunciar la fe de siempre, sino, ante todo, comunicarla con la convicción que da esperanza a quienes la escuchan y la acogen con corazón sencillo.

Rino Fisichella
Pro-Prefecto del Dicasterio para la Evangelización
Sección para las Cuestiones Fundamentales de la Evangelización en el Mundo

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